Site Loader

Hoy llegó el día de poner rumbo al P.N. La Maurice. Teníamos muchas ganas de seguir saboreando naturaleza y explorar este Parque Nacional tan conocido y extenso. Pero lo que no sabíamos es que antes conoceríamos uno de los pueblos con más encanto de Canadá y recorreríamos una costa tan fotogénica que nuestro viaje del día se nos haría corto.

Día 7: Sorpresas en la Ruta hacia la Maurice

El primer tramo de carretera que atravesamos rumbo al Sur nos recordó mucho la Costa Oeste de Canadá. Carreteras casi desiertas, bosque y neblina propia de la humedad de un día lluvioso que le sumaban más encanto si cabe. Le habríamos dedicado más tiempo a esta zona porque lo merecía: lagos que invitaban a sentarte frente a ellos y contemplarlos con calma, pequeños y preciosos pueblos costeros y faros de película…Sin duda, habíamos comenzado bien la mañana y nuestra visita al pueblo La Malbaie acabó de consolidarlo. Este lugar sí lo teníamos marcado en la ruta, no nos lo encontramos en el camino de casualidad. Pero sin duda, las expectativas superaron la realidad. La calle más conocida parecía sacada de un decorado de una de esas películas romanticonas de la sobremesa. Aún no habían abierto los comercios y apenas había turistas paseando por el lugar. Creo que esa circunstancia ayudó a que nos gustara aún más si cabe. Si hubiéramos llevado una cámara con carrete, habría acabado con el, jajaja. Pero es que el pueblo lo merecía. Y si no hubiera sido porque debíamos seguir nuestro camino, habríamos pasado una mañana entera allí, recorriendo más lugares interesantes como el hotel Fairmont Le Manoir Richelieu.

Continuamos hacia el que sería nuestra última parada antes de llegar al nuevo alojamiento: El Cañón Saint-Anne. Cuando llegamos, no había demasiada gente haciendo cola para comprar la entrada. No es gratuito pero el precio no nos pareció caro para los rangos que se manejan en Canadá. Al principio te da la sensación de un parque temático en la naturaleza. Hay varias opciones de tickets entre las que se encontraba subir al Air Canyon (una especie de tirolina en la que se va sentado y alcanza mucha velocidad). Nosotros decidimos comprar la entrada básica y pasear por los senderos marcados para disfrutar de esta magnífica formación de la naturaleza. Comenzamos atravesando el primer puente colgante del recorrido y aquí volvimos a ser conscientes de la fuerza del agua, como nos ocurrió en las Cataratas Montmorency. Luego, nuestros pasos nos fueron llevando curso abajo hasta llegar al último punto. Allí llegabas después de bajar bastantes escaleras y atravesar el último puente colgante. Desde allí, la inmensidad del cañón te deja con la boca abierta. Nos recordó un poco al Cañón Fjadrárgljúfur en Islandia sólo que, en el país nórdico la presencia humana es menos patente y todo es más salvaje ;-). Por supuesto, que la subida de 187 escalones en el primer tramo del regreso de esta ruta circular, no fue tan divertida, jajajaj. Una vez superada, caminamos por el sendero rumbo a la entrada del Parque y dimos por finalizada nuestra visita.

Tip: Si queréis disfrutar aún más del entorno, hay merenderos y una cafetería a la entrada. En verano de 2023, los precios por el ticket general era de 14 CAD para los adultos y 9 CAD para los niños (Parking Gratuíto).

Nuestra siguiente parada programada era la pequeña ciudad de Sainte-Anne-de-Beaupré y conocer su famosa basílica pero decidimos seguir adelante. Casi dos horas después llegamos a uno de los pueblos catalogados como de los más bellos de Québec: Cap-Santé. Primero buscamos un local donde poder picar algo y luego nos dirigimos a la plaza en busca del Vieux Chemin, considerada la calle más bonita de Canadá hace años por un periódico nacional. La calle estaba repleta de casas históricas, la mayoría muy bien conservadas, y una arboleda presidía el sendero de 1,5Km. Nos volvíamos a encontrar, nuevamente, con un lugar que parecía sacado de una película. Muchas de las casas tenían un cartel donde explicaban qué negocio se regentaba hace más de 100 años. Bajamos hasta el Muelle de la playa de Cap-Santé pasando por la La Iglesia de Sainte-Famille. Allí vimos varias familias disfrutando de la playa pero no le vimos mucho interés al lugar y volvimos hacia el coche para ya dirigirnos a nuestro alojamiento en Saint-Jean-des Piles, muy cercano a la entrada del Parque Nacional.

El alojamiento, llamado Maison Cadorette tenía ambientazo esa tarde. Sabíamos que habría concierto de un grupo local porque unos días antes nos habían avisado para confirmar si queríamos reservar mesa para cenar. Y no nos lo pensamos; No hay nada mejor como integrarse en el medio que disfrutar de buena música y mimetizarnos con los habitantes del lugar :-). Era aún algo temprano, así que salimos a pasear por este pequeño pueblo y a comprar algunos ‘víveres’ al único establecimiento en kilómetros a la redonda: un pequeño Deli cercano a río por el que vimos navegar algunas pequeñas embarcaciones.

Después, sin mucho más que hacer por allí, volvimos al alojamiento y cenamos una rica pizza al aire libre, acompañados mucha clientela cuya edad media no bajaba de 60 y con canciones canadienses, creemos que, muy conocidas entre los locales por como acompañaban a las vocales del grupo 🙂

Día 8. Recorriendo el P.N. La Maurice

Después de desayunar como unos campeones en el alojamiento, nos dirigimos a la entrada al Parque Nacional. Estaba muy cerca y en las taquillas de entrada no había nadie. Creo que fuímos de los primeros en atravesar las puertas ese día y lo notamos en unas carreteras solitarias y un los primeros puntos que visitamos. La Maurice se creó en 1970 y se considera uno de los Parques más importantes de Québec. Durante nuestro recorrido allí dimos fe de la inmensidad de la Naturaleza. La pasarela de madera y la pérgola que nos encontramos en el lago Bouchard, fueron sólo el comienzo de una estampa que se repitió punto por punto y kilómetro a kilómetro. También hicimos dos trekking: uno circular en la mañana y Les Cascades, casi al final de nuestro recorrido, en la que avisaban de la presencia de osos!. Volvimos a experimentar navegar en canoa alquilando una en Wapizagonke y, esta vez, las tranquilas aguas del lago nos lo pusieron muy fácil ;-). Hicimos un picnic en una pradera rodeados de árboles y con apenas gente. Nos sorprendió bastante la poca afluencia de gente que había allí para ser domingo, pero agradecimos esa circunstancia que nos hizo disfrutar de la Maurice sin agobios y en modo slow 100%.

Para cenar no nos complicamos. Volvimos a hacerlo en nuestro alojamiento. Apenas había gente (se notaba que era domingo) y acabamos degustando una de las mejores comidas del viaje. Todo nos pareció delicioso! Desde el salmón que se pidió Mario hasta los mejillones que degustamos y que nos supieron a Gloria. Sin duda, nos dejó con muy buen sabor de boca. Nuestra habitación, por cierto, aunque pequeña y algo oscura era acogedora y estaba limpia. Otro lugar para anotar entre nuestros favoritos con encanto.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *