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Noviembre de 2011. Teníamos Argentina en nuestras cabezas desde hace algún tiempo, pero no queríamos visitarla en su invierno Austral. El destino quiso que pudiéramos conseguir en nuestro trabajo 15 días de vacaciones y viajamos en busca de la primavera aquel otoño de 2011. ¿Quién se anima a hacer un viaje en el tiempo?

Decidimos ir de Sur a Norte y comenzar por Ushuaia: No queríamos perder la oportunidad de conocer ¡una de las ciudades más australes del mundo!

Partimos de Madrid dirección Buenos Aires donde haríamos escala y cambiaríamos de aeropuerto para coger otro vuelo dirección nuestro primer destino. Y fue allí donde comenzó nuestra aventura.

En el aeropuerto conocimos a una española que viajaba sola y aunque nuestra intención era coger un taxi hacia el otro aeropuerto, nos animamos a acompañarla en bus. El autobús sería algo más lento pero total: íbamos con tiempo de sobra. Cuando traspasamos las puertas del Aeroparque Jorge Newbery, no dimos crédito a lo que veíamos: La sala de facturación era un auténtico caos. Logramos encontrar el final de la fila y esperamos pacientes nuestro turno. Un turno que parecía que nunca llegaba porque no había manera de avanzar. Allí también conocimos a un norteamericano que viajaba sólo y su destino final era la Antártida: ¡Eso sí eran palabras mayores! El tiempo pasaba y tanto nuestros acompañantes como nosotros comenzamos a preocuparnos. Cada uno de nuestros vuelos saldría en breve, pudimos comprobar que mucha gente se colaba a la desesperada. Y cuando al fin conseguimos llegar al mostrador, la azafata nos dijo que ya no podíamos facturar. No sé cómo lo hicimos, pero entre gritos (creedme si os digo que en el mostrador no estábamos solos y había otros viajeros que se habían saltado el turno luchando por atraer la atención de la pobre azafata) e insistencia conseguimos facturar las maletas. Raudos y veloces deseamos toda la suerte del mundo al Norteamericano y a la española y corrimos para no perder el vuelo que salía en 10 minutos. Creedme de nuevo si os digo que nos pasamos el arco de seguridad como si de Macaulay Culkin en Solo en Casa 2 se tratara, y cuando finalmente llegamos a la puerta de embarque y nos pusimos en la cola, anunciaron por megáfono que nuestro vuelo se retrasaba hasta nuevo aviso…

De nuevo esperas; el tiempo pasaba y toda la información que recibíamos era confusa. Y lo cierto es que siempre hemos pensado que se trataba de una huelga encubierta de los pilotos. Tres horas después, alguien llegó y nos avisó que los pasajeros de nuestro vuelo estaban embarcando en otra puerta y volvimos a correr a la desesperada. Esta vez sí que sí era la definitiva. No dejamos de cruzar nuestros dedos hasta que el avión despegó. ¡Al fin!

Pero el vuelo aún me tenía reservada una sorpresa. Llegando a Ushuaia, el avión se acercó tanto a las montañas, que mi corazón dio un vuelco y me teletransportó a los pasajeros del tristemente famoso vuelo 571. Óscar ya sabía de la peculiaridad del aterrizaje así que entre bromas y risas tomamos tierra emocionados y agotados ¡MUY agotados!

DÍA 1.

Con el jet jag aún presente, nos dirigimos a una agencia local para contratar una excursión que recorriera el Canal de Beagle y, cuando nos quisimos dar cuenta, estábamos embarcando para conocer el faro de Les Eclaires y la Isla de Lobos. Hacía más frío del que esperábamos encontrar en primavera, pero la realidad es que el espectáculo que nos encontramos navegando por allí nos dejó con la boca abierta: ¡Era naturaleza en estado puro!.  No hay que olvidar que La Isla de Lobos es una Reserva Natural que alberga la mayor colonia de lobos marinos del hemisferio occidental. Allí, también vimos una importante colonia de pingüinos que compartían pacíficamente el espacio con la fauna que daba nombre a la isla y otras aves australes cuyo nombre desconozco. Y bajamos en Puerto Karelo donde pudimos apreciar el yacimiento conchero de los pueblos yámanas. La visita nos dejó maravillados y helados a partes iguales, jejejej.

El Faro de Les Éclaireurs, fue nuestra última parada y resultó ser tan fotogénico como esperábamos.

Cuando volvimos al puerto de Ushuaia, fuimos directos al museo marítimo y del presidio. Nos parecía una visita prescindible, pero estaba relativamente cerca y después del gran retraso en el vuelo tuvimos que improvisar y acortar tiempos durante nuestra estancia en la ciudad.

Repusimos fuerzas y después de comer, subimos a un mirador ubicado en el Glaciar Martial para admirar Ushuaia desde las alturas. Hicimos una caminata muy sencilla y llegamos a lo que en invierno ocupa una pista de ski; allí nos encontramos con un camino yermo y poco vistoso, pero bajamos unos metros y acabamos tomando un café en una casa de té que parecía sacada de un cuento.

Por la noche, nos dimos un festín de centolla en uno de los muchos restaurantes que allí los cocinan y realmente salimos un buen sabor de boca. ¡Totalmente recomendable!

DÍA 2.

Cómo habíamos perdido más de medio día en el vuelo de origen, tuvimos que elegir entre tomar el famoso tren del fin del mundo o visitar el Parque Nacional de Tierra y Fuego. No me preguntéis por qué elegimos el segundo siendo tan amantes de los trenes panorámicos. Pero deciros que el trayecto que transitamos durante casi 10 Kms, no nos dejó indiferentes. Escogimos la Senda Hito XXIV. No somos ni lo éramos unos expertos senderistas. De hecho, durante un momento nos salimos de la ruta marcada y tuvimos que medio trepar para volver al camino, jejeje. Pero tengo que decir que disfrutamos del entorno casi en completa soledad y el único sonido que nos acompañó, fue el de las diferentes especies de aves que allí los habitan. Si indagáis en internet podréis comprobar que este Parque tiene muchísimo que ofrecer y sus bosques esconden historias de los habitantes que ocuparon sus tierras en tiempos ancestrales muy interesantes.

Cuando llegamos al final del recorrido, nos tumbamos en una pradera a descansar y saborear un momento único en la tierra del Fin del Mundo.

Tip: Para llegar desde Ushuaia hay dos vías si no dispones de coche: o bien tomar un taxi o bien coger un bus de línea regular.

Por la tarde, paseamos por la zona y no dudamos en cenar en la parrilla la Estanca para degustar el famoso cordero patagónico que no tardó en cautivar nuestros paladares 😊

DÍA 3.

Nuestro avión hacia el siguiente destino salía a las 15:00. No nos daba margen para acercarnos al Lago Escondido y el Lago Fagnano, que era lo que inicialmente teníamos en la ruta. Así que decidimos pasear y despedirnos de esta tranquila ciudad que nos había acogido por un par de días.

Cuando llegamos al aeropuerto, de nuevo incertidumbre con el vuelo…En el mostrador de facturación nos dijeron que no podían asegurarnos si el avión en el que debíamos embarcar, llegaría a tierra porque había huelga de pilotos. Con las mismas, viendo el panorama que habíamos vivido días antes, cogimos un taxi y volvimos a Ushuaia en busca de un autobús que nos llevara a Calafate. El viaje fue en balde, ya que nos confirmaron que no había tickets disponibles, así que volvimos de nuevo al aeropuerto a cargarnos de paciencia y cruzar los dedos esperando un pequeño milagro. No recuerdo las horas que esperamos allí pero finalmente pudimos facturar y nuestro vuelo salió. Más vale tarde que nunca, ¿verdad?

Llegamos a Calafate por la tarde y cogimos un taxi que nos llegó a nuestro alojamiento: Hostería Puerto San Julián. Llegamos sin incidencias y a la par que hicimos el checking, aprovechamos a comprar los tickets para la visita al Parque Nacional de los Glaciares del día siguiente. Dejamos las maletas y nos fuimos directos a pasear por el pueblo. La verdad es que no tenía ninguna expectativa previa del lugar y creo que mi primera impresión fue la de un pueblo de montaña sólo que sin montaña, jejeje. Cenamos en una crepèrie llamada Viva la Pepa creppes y pasión; Una buena amiga mía nos había recomendado y damos fe de que todo estaba delicioso. Con el estómago lleno volvimos al alojamiento a descansar. Al día siguiente nos esperaba un gran día.

DÍA 4.

La mañana que conocimos el Perito Moreno amaneció soleada y, a medida que nos acercábamos al lugar, el paisaje se hacía más brutal. Realmente nos pareció ya espectacular en la lejanía y acercarnos al Glaciar fue una experiencia difícil de explicar.

Cogimos un barco repleto de turistas, como nosotros, deseando disfrutar de esta maravilla de la naturaleza más cerca. Y no defraudó. Pero, ¿a quién defrauda Perito Moreno? También habíamos contratado un treking por encima del glaciar. Para ser sincera no íbamos preparados, pero tampoco se trataba de hacer deporte extremo, jajaja. De hecho, en nuestro grupo iba gente de todas las edades. Me dio bastante respeto subir por una ladera de hielo y hubo tramos en los que realmente sentí temblar mis piernas, pero no dudaría en repetir experiencia y disfrutarlo con otros ojos.

Cuando bajamos, repusimos fuerzas en un merendero con unas vistas de lujo y volvimos a coger el barco para acercarnos a unas pasarelas, que nos regalaron otra panorámica inolvidable. Allí, en el silencio de la tarde, oímos el estruendo de trozos de hielo desprendiéndose del glaciar: Un sonido que jamás se nos olvidará. Paseamos sin prisas, dejándonos embrujar por el lugar. No queríamos perdernos cada perspectiva de Perito Moreno y he perdido la cuenta de las fotos que hicimos allí, jejejej. Cuando ya nos marchábamos, nos encontramos con el norteamericano que conocimos el primer día en el bullicioso y caótico aeropuerto de Buenos Aires. Charlamos durante unos minutos con el y le volvimos a desear suerte en su aventura por la Atlántida. ¡Y es que no nos cansamos de decir que el mundo es un pañuelo!

DÍA 5.

Por la mañana volvimos al Parque Nacional de los Glaciares. Teníamos reserva para coger un barco y navegar por los Glaciares Upsala, Spegazzini y Bahía Onelli. Aquí, la expectativa vs realidad nos dio una lección y no precisamente por el entorno que, nuevamente nos pareció espectacular. Mi idea era que cogeríamos un barco con no mucha gente y haríamos un paseo por el brazo Norte del Lago Argentino moviéndonos entre icebergs y disfrutando de la tranquilidad que se merecía, pero se trataba de un barco de dimensiones más grandes de las esperadas repleta de turistas. En la cubierta, nos hicimos hueco como pudimos y, como podréis suponer, de allí no nos movimos, jajajaja.

Y ya de vuelta en Calafate nos dimos un festín en uno de sus restaurantes. Ni que decir tiene que volvimos a picar con el delicioso asado argentino. Lugar: La tablita.

DÍA 6.

Pasamos toda la mañana en Calafate, descansando y digiriendo todo lo vivido días anteriores. El Parque Nacional de los Glaciares nos había dejado sin palabras. De hecho, cualquier fotografía no hace justicia a lo vivido allí.

Después de comer llegó el momento de despedirnos de Calafate. Nuestro siguiente destino sería Península Valdés. El vuelo salía a última hora de la tarde y sorprendentemente no anunciaron ninguna incidencia. ¡Bien! podríamos llegar a tiempo y según lo planeado. Además, allí sólo estaríamos un día completo y no había tiempo que perder.

Cuando estábamos a punto de aterrizar, de repente, el avión volvió a subir y unos minutos después nos anunciaron que no tomaríamos tierra esa noche en Puerto Madryn: al parecer había muchas cenizas volcánicas en el aeropuerto y el piloto, por seguridad, tomó la decisión de dirigirse directamente a Buenos Aires. What?

Imaginaros nuestra cara al oir esto. Nuestra ilusión por avistar ballenas y una de las mayores colonias de pingüinos, se fue al traste….Llegamos a Buenos Aires agotados y decepcionados y directos a ventanilla para que nos cambiaran un vuelo para el día siguiente a Iguazú. Decidimos alargar un día más nuestro siguiente destino ya que nuestras opciones en Península Valdés eran nulas. El alojamiento nos confirmó que tenía disponibilidad, así que sólo nos quedaba conseguir vuelo y listo. A Óscar le costó algo negociar con el personal de tierra un cambio de vuelo, pero finalmente lo consiguió.

Ahora quedaba la segunda parte: esperar que fueran ágiles con los traslados a los distintos alojamientos que nos habían buscado para pasar la noche en Buenos Aires. Creo que eran las 2 de la mañana cuando llegamos a la pensión que nos habían asignado a unos cuantos, y puedo aseguraros que es el peor sitio en el que he dormido nunca, jajaja Pero al menos descansamos por unas horas antes de coger el vuelo destino Iguazú.

CONTINUARÁ……

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