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A pesar de que teníamos muchas ganas de volver a vivir la experiencia de un safari con los ojos de un niño, Sudáfrica no estaba en nuestra top list. Pero un buen día, este destino se cruzó en nuestro camino y ya no hubo marcha atrás.. ¿Nos acompañáis en este viaje sorprendente?

Esta vez, antes de contar nuestra historia, hemos decidido incluír nuestro itinerario. Cada vez sois más los que nos preguntáis por ella y creo que os servirá de gran ayuda si decidís conocer este fantástico país. Decidimos añadir Eswatini en la ruta, porque nos pareció una buena oportunidad visitar un lugar desconocido para muchos y creedme, que nos quedamos con ganas de más!

Los vuelos los cogimos con Qatar Airways vía Doha. A mí personalmente, la segunda parte del vuelo se me hizo algo pesada pero, la ausencia de jet-lag a la llegada hizo que se me olvidara el dolor de piernas del que siempre sufro en vuelos tan largos 😉

Y ahora sí….COMENZAMOS?

Día 1. Llegada a Ciudad del Cabo

Nuestro vuelo llegó puntual a Ciudad del Cabo y, por suerte, nuestras maletas también así que sólo nos quedaba recoger el coche de alquiler en la oficina que Europcar tiene en el aeropuerto. Pero antes teníamos algo importante que hacer: Comprar las tarjetas de datos que nos mantendrían comunicados con el exterior en ausencia de WIFI :-). Habíamos leído que Vodacom tenía más cobertura en el parque Kruger así que no lo dudamos. Había un mostrador de información en la misma sala que la cinta de recogida de equipajes. Y después de preguntar a la chica por las distintas opciones que teníamos, nos marcó en un papel las elegidas y nos dijo que nos dirigiéramos a los mostradores que había a la salida para finalizar el trámite.

Fuera, en el mostrador, pese a que el empleado no era la simpatía en persona, nos hizo la gestión bastante rápida. De hecho, le pedimos que el mismo nos metiera la segunda SIM y nos configurara el móvil para evitar sustos. Así que primer trámite solucionado.

Buscamos las oficinas de alquiler de coches en el aeropuerto. Había que salir del edificio y acceder por un tunel que evitaba tener que cruzar la carretera. Una vez allí, nos atendieron enseguida. El trámite no fue tan lento como esperábamos y después de completar todos los formularios y asegurarnos que teníamos el seguro a todo riesgo, fuímos al parking a recoger nuestro coche por unos días. Habíamos escogido un Toyota Rav4 porque sabíamos que las maletas entrarían sin problemas, y nos dieron un Hyundai que, según ellos era del mismo segmento. Pero nada parecido a la realidad. Metimos las maletas como pudimos y corrimos un tupido velo rumbo a nuestro alojamiento en Ciudad del Cabo.

Bueno, vayamos por partes. Porque lo de coger un coche recién aterrizados en un lugar desconocido y con el handicap añadido de la conducción por la derecha fue un poco estresante, jajajaja. Lo importante es que nos lo tomamos con filosofía y con mucha tranquilidad y llegamos a nuestro destino sin incidencias. Aunque no os voy a negar que tuve algún sobresalto en el corazón con los arcenes/bordillos del lado izquierdo (Los que hayáis pasado por ello me entenderéis, jajajaj).

Cuando llegamos al edificio de apartamentos, el portero nos dijo que debíamos hacer el checking en una calle cercana. (Error nuestro no leerlo en las indicaciones de booking donde lo indicaban claramente ;-)) El dueño nos permitió dejar el coche dentro del recinto donde se encontraba la casa en la que desayunaríamos los 2 días que estaríamos en la ciudad. Y mientras, esperamos a que nuestro alojamiento estuviera listo porque llegamos un poco antes de la hora fijada.

El apartamento nos gustó mucho y nos pareció un buen punto de partida para comenzar nuestra aventura. Pero ya tendríamos momento de disfrutarlo. Había que salir a explorar una zona de la ciudad a la que le teníamos muchas ganas…

Decidimos no coger el coche y pasear desde Green Point, que era donde estábamos alojados, hasta Victoria & Alfred Waterfront. Y cuando ya llevábamos unos metros andados nos dimos cuenta que no estaba tan cerca como creíamos, jajajaj. Al menos, en nuestro recorrido pudimos acercamos a uno de los estadios que acogieron el mundial 2010 donde la ‘roja’ nos dió tantas alegrías. Pero ciertamente se nos hizo muy pesado y más, cuando llevábamos 16 horas de viaje a nuestras espaldas….

El área V&A Waterfront estaba muy animado y a rebosar de gente para tratarse de un día de diario. Había mucho ambiente local y la música estaba presente en cada rincón al que nos acercábamos. Buen rollo, diría yo. Éso sí, ni rastro de la noria que habíamos visto en tantas imágenes y que tantas ganas teníamos de probar. Continuamos disfrutando del lugar y de las vistas que nos ofrecía de la Table Mountain como telón de fondo. También nos estrenamos con su gastronomía en uno de sus restaurantes y volvimos al alojamiento pero, esta vez, metidos en un taxi 🙂

Día 2. Conociendo Ciudad del Cabo.

Amaneció lloviendo. Ya sabíamos que el Sol radiante que nos recibió a nuestra llegada, no duraría al día siguiente. Así que, enfundados con el plumas y los paragüas en la mano nos dirigimos en coche a Kirstenbosch: El jardín botánico de Ciudad del Cabo. Nuestro plan A era hacer una primera parada en la Table Mountain y subir en teleférico. Pero ya lo habíamos descartado porque esos días estaba cerrada por mantenimiento. Signal Hill era otra opción que habíamos barajado, pero por razones obvias, también tuvimos que dejarlo para otra ocasión :-).

Apenas había gente a la entrada del Jardín pero tardamos bastante en entrar porque no había manera de que el datáfono cogiera cobertura y habían dejado de admitir efectivo. En fin…cosas que pasan :-). Y bueno, de jardín tenía poco. El lugar es enorme y dispone de muchas rutas para explorarlo. Ni que decir tiene que es precioso con tanta vegetación y variedad botánica que, en un día soleado, nos habría llevado medio día recorrerlo. Pero no fue el caso. Diluviaba, literal. Y ni rastro de que aquello despejara.

Tip: Para evitar sorpresas en la visita a la Table Mountain, mejor consultar antes la web: https://tablemountain.net/ donde mantienen actualizada la información acerca del estado del tiempo y te permitirá comprobar si el funicular entra en funcionamiento o no. Aunque para aquellos con ganas de hacer deporte, siempre les quedará subir andando y disfrutar en el camino de la estupenda panorámica que ofrece la zona.

Cuando nos dimos por satisfechos, volvimos al coche para continuar por nuestro recorrido en la ciudad. Esta vez cambiaríamos la vegetación exuberante por el asfalto.

Aparcamos el coche en la única plaza que quedaba en un mini parking exterior de una conocida cadena de comida rápida y preguntamos a un paisano si podíamos dejarlo allí. (Ante la duda, siempre mejor preguntar, jejejej). Después nos encaminamos hacia la conocida Long Street. Poca gente transitándola, mucha lluvia pero edificios que nos recordaban a imágenes del barrio francés de Nueva Orleans. Paramos en una cafetería a descansar y a secarnos un poco y continuamos recorriendo el barrio y sus principales zonas turísticas. No queríamos desviarnos mucho de las calles que nos habíamos marcado por aquello de guardar prudencia y, después de pasear por Cape Town High Court, Iziko Slave Lodge, Cape Town City Hall (Ayuntamiento), decidimos no continuar hasta el Castillo de Buena Esperanza porque no acababa de convencernos el ambiente que había por la zona y porque la lluvia seguía acompañándonos y ya comenzaba a pesarnos..

Nuestra última parada en el centro sería el archiconocido barrio Bo-Kaap. Antes atravesamos la plaza Green Market pero tampoco paramos en su mercado de artesanía. Cuando llegamos a la zona residencial más colorida de Ciudad del Cabo, la lluvia nos dió una pequeña tregua y callejeamos un poco por las zonas más conocidas. El barrio estaba bastante tranquilo y apenas nos cruzamos con una docena de turistas. Una pena no haberlo podido pasear con mejor tiempo y algo de más ambiente porque quizás, nuestro recuerdo del lugar habría cambiado considerablemente.

Era casi la hora de comer y decidimos coger el coche para acercarnos a comer en el Hard Rock Café Ciudad del Cabo (Los que nos conocéis, sabéis que hay tradiciones que nunca fallan ;-))

Por cierto, el conocido restaurante se encuentra en el precioso barrio de Camps Bay, frente a Glen Beach. Hay muchos restaurantes y un paseo marítimo muy bonito. Así que bien merece la pena darse un paseo por allí.

Tip: Lo leímos en muchos blogs y es cierto. Allí, la existencia de lo que nosotros conocemos como ‘gorrillas’ está muy extendida. Están muy bien identificados con un chaleco reflectante y en ningún momento te acosan para que les des la correspondiente propina. Viven de ello y agradecen la aportación que reciban.

Con el estómago lleno, nos acercamos al faro más antiguo de Sudáfrica en Green Point. El faro es precioso y está muy bien conservado. Justo al lado, hay unas zonas verdes y un parque infantil que, obviamente habríamos disfrutado más con un tiempo soleado. Pero como a nadie le amarga un dulce, el mini viajero aprovechó para ‘testarlo’ en soledad, porque estaba completamente vacío, jejej.

Cenamos en el apartamento después de comprar lo necesario en un Spar cercano. Nos habíamos dejado muchos lugares por descubrir en Ciudad del Cabo pero al día siguiente marcharíamos hacia Gansbaai, nuestro siguiente destino. Sin duda, esta ciudad nos sorprendió y nos dejó con ganas de más. Un día adicional allí, nos habría quitado esa sensación así que ahí lo dejamos 😉

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